sábado, 27 de agosto de 2011

Otra noche más.

Anoche las estrellas se mostraron más brillantes que nunca. Parecían sonrisas de una boca perfecta, cuyos dientes marmóreos y relucientes resplandecían en medio de una oscuridad siniestra. La luna también se convirtió en nuestra compañera, quizás bastante celosa de los besos que nos regalábamos a cada segundo. Tu risa incitando a la mía, mis manos buscando las tuyas. Y de pronto, como quien no quiere la cosa, nos sumergimos en un profundo y tranquilizante silencio. Miraste el reflejo de tus ojos en tu espejo más preciado, los míos. Me dijiste: "aunque no pueda verte bien sé que hoy luces más preciosa que nunca. Me vuelves loco cuando tienes el pelo despeinado y el rimmel casi corrido." Parece estúpido, pero me sonrojé. Sé que es mucho tiempo juntos, pero contigo vuelvo a ser la quinceañera inmadura e inocente de hace casi cinco años. Y, si te soy sincera, creo que te gusta que me comporte así. No quiero decir que sea una cursi y repelente princesita en apuros. Sabes que ese prototipo me parece absurdo y repipi. Soy simplemente alguien que encontraste por casualidad, una chavalita aventurera, atrevida, sonriente, loca e histérica, que logra que se te amontonen sonrisas por milésima de segundo. Y eso se debe a todas las chiquilladas y tonterías que hago. Y también disgustos, sí. Bendita y puta inocencia, ¿por qué llegaste a mí? Aunque no me imagino sin ella, es imposible que fuera yo.


Tampoco tú eres mi príncipe azul, tan perfecto como lo pintan los cuentos. Si fueras un príncipe jamás te colorearía de azul, me resulta imposible. El azul es un tono demasiado frío para tí. Quizás te pintaría de verde, el color de la esperanza, o quizás fueras de color amarillo, enérgico y cálido como el sol. Bueno, da igual. Lo que importa es que eres diferente e increíble y que conviertes cada momento que estamos juntos en un recuerdo inolvidable. Y me da igual si no somos príncipes, ni reyes, ni tenemos un ostentoso palacio con piedras preciosas y oro. El tesoro más preciado es la sinceridad de tus palabras y el resplandor de tu sonrisa, tu forma de abrazarme y el néctar de los besos con sabor a fruta fresca que me ofrece tu boca. Es tenerte a ti y saber que puedo contar contigo siempre.




Nos tenemos el uno al otro. Y eso es lo único que importa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario